Los avances en el ámbito de la globalización y la revolución digital han acelerado los procesos de cambio cultural, social y económico, favoreciendo un panorama incierto y en permanente mutación que constituye una fuente formidable de oportunidades. Pero, la realidad nos está reve­lando una diferencia entre el ritmo al que se generan esos cambios y el ritmo al que responden  los individuos, las organizaciones y los gobiernos de los países.

En este contexto, la educación y la forma­ción son instrumentos estratégicos fundamentales para hacer frente al desafío consistente en aprovechar al máximo las nuevas oportunidades que, de un modo continuo, están generando esos cambios disruptivos.

La educación y la formación están concernidas por dos tipos de cambios. Los más generales demandan del sistema educativo una combinación apropiada de conservación y de mutación que deberá orientar el di­seño de los nuevos currículos y la concepción de las nuevas políticas en todos los niveles educativos. Ade­más, los cambios disruptivos, vinculados al desarro­llo tecnológico y a la innovación, son aprovechables desde el emprendimiento y la acción pero requieren unos conocimientos y unas competencias ge­nerales que han de ser facilitados por los sistemas de educación y formación.

De otro lado, y ante la aparición de nuevas necesida­des de cualificaciones específicas, se ha de disponer de mecanismos ágiles de respuesta, en términos de una oferta formativa suficiente, que permita atender en tiempo y contenido las demandas del mercado la­boral. Para ello, se hace imprescindible operar tanto desde la formación profesional como desde las ense­ñanzas universitarias.

En el primer caso, mediante una reforma y modernización del Sistema Nacional de las Cualificaciones que reduzca su actual lentitud y complejidad, haciéndolo de esta manera más operativo y eficaz. En el segundo, mediante una adaptación de las enseñanzas a las nuevas orientaciones del mercado laboral. Y, en ambos, facilitando y promoviendo el incremento de la participación de los empresarios y de sus organizacio­nes en la ordenación de las enseñanzas, mediante el feedback necesario desde la realidad del empleo a la de la formación; en la implantación de modelos com­puestos formación-empleo; y en los mecanismos de la gobernanza institucional.

La evidencia empírica muestra como el sistema educativo español, no está suficientemente preparado, para asumir con posibilidades de éxito los desa­fíos del futuro. Por lo que CEOE, ha recogido en el libro Blanco de la Educación, bajo el titulo “La educación importa”, 10 propuestas clave que podrían corregir los cinco déficits básicos en educación y formación: la mediocridad de los resultados, la ineficiencia del gasto, la brecha entre formación y empleo, la lentitud de la respuesta política y las deficiencias de los marcos normativos y convencidos que si el Ministerio de Educación las asume podríamos tener un sistema educativo eficiente que tendría proyección a largo plazo independientemente de la situación política coyuntural.

Entre las medidas consideramos fundamental la modernización de los currículos; la promoción de la innovación, el emprendimiento y las tecnologías digitales; el fortalecimiento de la profe­sión docente; el refuerzo de la autonomía de los cen­tros, de su gobernanza y de su rendición de cuentas; un sistema integrado, eficaz y eficiente de evaluación; y una consolidación de la libertad de enseñanza, que ade­más de mejorar los resultados académicos y corregir la mediocridad, incrementarán la eficiencia del gasto.

Además, la mejora de los mecanismos de transición de la edu­cación al empleo y la intensificación de los vínculos recíprocos entre educación y empresa reducirán la brecha entre formación y empleo. El aseguramiento de un marco básico, moderno y efectivo, común para todo el Estado, junto con la suscripción de un pacto social y político en favor de la educación, contribui­rán ambas a hacer más rápida la respuesta política a los desafíos y a reducir las deficiencias de los marcos normativos.

Para ello, la cooperación entre empresas y gobierno resulta fundamental, y es imprescindible la inaugu­ración de un nuevo tiempo político que otorgue un mayor protagonismo a los empresarios mediante acuerdos de colaboración en favor de la educación, la formación y el empleo.