Según un estudio recientemente publicado por CEOE, sobre los efectos en el mercado de trabajo del envejecimiento de la población, extraemos que, del análisis de la evolución de la población en España se desprende que su crecimiento fue intenso entre 2002 y 2008, favorecido por la llegada de inmigrantes debido a la buena situación de la economía. Entre 2008 y 2012, con la crisis económica, se invierte la tendencia de los saldos migratorios y el crecimiento de la población es cada vez menor. Entre 2013 y 2015, la población ha descendido y las previsiones del INE apuntan a que esta tendencia continuará en los próximos años.
Este proceso ha venido acompañado de un progresivo envejecimiento de la población y este envejecimiento de la población se ha trasladado a la población activa. A modo de ejemplo, en 2002 la población entre 16 y 24 años era prácticamente igual a la población entre 45 y 54 años. Trece años más tarde, hay cerca de 3,1 millones de personas más en el segundo grupo que en el primero.
Para los próximos años, las previsiones del INE apuntan a que continuará el descenso de la población y el proceso de envejecimiento de la misma. Esto condicionará la evolución futura de la población activa y, por lo tanto, de las variables del mercado laboral. Estos factores, unidos a la prevista recuperación de la economía para los próximos años y su consiguiente creación de empleo, favorecerán una notable reducción de las cifras de desempleo.
En dos ejercicios de simulación, uno a corto plazo y otro a largo, ilustran este proceso.
A corto plazo (hasta 2017), teniendo en cuenta las cifras del INE de descenso poblacional y su efecto en la población activa, unido a la creación de unos 850.000 empleos entre 2016 y 2017 (según las previsiones de la CEOE), se estima una reducción del número de parados de más de 900.000 personas, con lo que la tasa de paro podría situarse por debajo del 18% al final de 2017.
En el ejercicio de simulación a largo plazo (hasta el año 2025), se ha prolongado el escenario de recuperación económica anterior, con un crecimiento medio del empleo del 1,5% anual a partir de 2018. En este escenario se considera una mejoría de las tasas de actividad. Así, en 2025, la tasa de paro se situaría alrededor del 8%, niveles previos a la crisis. Si el ritmo de creación de empleo fuese mayor, en torno al 2% de media anual, los niveles de desempleo previos a la crisis se alcanzarían en 2023.
En definitiva, estas dinámicas poblacionales a corto plazo contribuyen a reducir las tensiones en el mercado de trabajo y a la mejora de las cifras de desempleo. Sin embargo, en el medio y largo plazo plantean una serie de incertidumbres por sus efectos sobre el potencial de crecimiento de la economía y por las implicaciones que el envejecimiento de la población puede tener para la relación entre ocupados y pensionistas, es decir, en la sostenibilidad del sistema de pensiones. Además, el envejecimiento de la población también tendrá efectos, entre otros ámbitos, sobre los hábitos de consumo y sobre la propensión al ahorro, variables en las que existen apreciables diferencias entre unos grupos de edad y otros, o sobre las necesidades de atención sanitaria y de servicios sociales, que también son sensiblemente diferentes en unas edades que en otras. Cambios todos ellos sobre los que es necesario empezar a reflexionar e incluso tomar medidas lo antes posible.