MANIFIESTO

Desde comienzos de 2015, la llegada a las costas europeas de miles de personas, en muchos casos familias enteras, ha sido una constante. Se trata de personas que sienten sus vidas amenazadas y están huyendo de la pobreza y la miseria provocada por prolongadas guerras y conflictos como los que afectan a Siria, Afganistán, Irak o algunos países de África, en busca de seguridad y protección internacional en nuestro continente.

Frecuentemente, estos procesos migratorios forzados exponen a estas personas, hombres, mujeres y niños, a situaciones de enorme vulnerabilidad, incluidas la explotación, la prostitución y la trata de personas.

No hay que olvidar, que según la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, hecha en Ginebra el 28 de julio de 1951, y el Protocolo sobre el Estatuto de los Refugiados, hecho en Nueva York el 31 de enero de 1967, a los cuales España se adhirió el 22 de julio de 1978, las personas que huyen de conflictos armados que ponen en riesgo sus vidas, o que sufren persecución o que han sufrido o pueden sufrir violaciones de sus derechos humanos, tienen derecho a protección internacional.

Cruz Roja evita cada día que muchas personas tengan que hacer la maleta que más pesa, intermediando en los conflictos internos de sus países de origen, o ayudando a llevar el peso de su equipaje a aquellos que finalmente se ven obligados a abandonar su país, proporcionándoles asistencia humanitaria básica tanto en los países de tránsito como en los de destino. En definitiva, defendiendo los derechos humanos de todas las personas

Por todo lo anterior, manifestamos nuestra preocupación por la situación actual y alentamos a toda la sociedad, ciudadanía, empresas y trabajadores/as, autoridades públicas, a:

  • Recordar que las migraciones de seres humanos han existido siempre y han sido el motor de la historia y del desarrollo social, siendo muy beneficiosas para las sociedades de acogida si se trabaja en la integración activa de los recién llegados desde un enfoque intercultural (que busca el intercambio de las diferentes culturas como forma de enriquecimiento mutuo) y bidireccional (la integración como un responsabilidad compartida por los que llegan y por los que acogen)
  • Concienciarnos de que cuando hablamos de movimientos migratorios forzados, no existe opción para no migrar. Quedarse es un riesgo para la supervivencia de esas personas que, de ser asumido, puede acabar con la vida misma
  • Evitar exclusión y estigmatización que afrontan muchos migrantes en los países de acogida, abogando por la igualdad de oportunidades, la integración y las buenas relaciones comunitarias; evitando cualquier tipo de discriminación o violencia por razones étnicas.
  • Alentar a los Gobiernos a cooperar estrechamente con las organizaciones de la sociedad civil a fin de asistir, proteger e integrar a migrantes y refugiados, con el objetivo de que los Derechos Humanos se extiendan a todos los recién llegados, independientemente de su situación administrativa.
  • que los Estados abran vías de acceso legal a la protección internacional que eviten que las personas que la necesitan y tienen derecho a ella tengan que exponer sus vidas para llegar a los países seguros

El 20 de junio, la sociedad tinerfeña realiza una marcha de solidaridad en Santa Cruz de Tenerife, cargando simbólicamente una maleta. Esa maleta solidaria, comprometida, que nos recuerda que cuando una persona abandona su país para salvar su vida o garantizar sus necesidades básicas, prepara el equipaje más duro. Meter en una maleta sus pertenencias más importantes y dejar toda su vida atrás. En ese momento se hace “la maleta que más pesa”